...EL GRAN DICTADOR...DISCURSO...CHARLES CHAPLIN...

miércoles, 24 de junio de 2009

¡...LÉEME,ABUELITO,LÉEME...!


Sus ojos se humedecieron con lágrimas espontáneas mientras Nicole ascendía a su regazo y se acomodaba contra su pecho. Su pelo acabado de lavar y secar, olía a limón. Palpó su mejilla suavemente, mientras ella descendía. Con ojos claros de color azul-verdoso, ella contempló su rostro con expectación, le acercó el raído y familiar libro de cuentos y dijo: "¡Léeme abuelito, léeme!"

"Abuelito" Víctor ajustó cuidadosamente sus anteojos, aclaró su garganta y comenzó a leer la acostumbrada historia. Nicole sabía las palabras de memoria y con emoción "leía" al unísono. A cada rato él omitía una palabra: ella delicadamente le rectificaba. "No, abuelito, no es eso lo que dice, intentemos de nuevo para que lo hagamos bien".

Ella no tenía idea de cómo su pureza de corazón enternecía su alma o cómo su simple confianza en él, lo conmovía.

La infancia de Víctor había sido diferente, caracterizada por una violenta existencia, recrudecida por un padre distante y exigente. Desde sus cinco años, su padre le hacía trabajar los campos de sol a sol. Los recuerdos de su niñez, a veces se prolongan para acarrear ira y dolor.

Esta primera nieta, sin embargo, trajo gozo y luz a su vida en tal magnitud que desplazó su propia infancia. Él retribuyó su amor y fe con gentileza y dedicación, proporcionando a su mundo seguridad y protección sin medida. La relación entre ambos se conservó siempre. Para Nicole, la misma le proveyó un cimiento para la vida. Para Víctor, sanó un pasado de dolor.

"¡Léeme abuelito, léeme!"

sábado, 20 de junio de 2009

...AZAR...


En este país, la moneda toma las decisiones.

...EL ENGAÑO...


La vi por Avenida Copayapu. La seguí por todo el Parque
El Pretil. Allí me cagó sobre la hierba. Por eso odio las
palomas de Copiapó.

viernes, 19 de junio de 2009

...SOY YO MISMO...


Yo cuento que una de las más hondas necesidades del corazón humano es la de ser apreciado. Todo ser humano desea que lo valoren. No se trata de que todos nos tengan por seres maravillosos. Pero podríamos decir que toda persona quiere ser amada. Toda persona ansía vivamente que los demás la acepten, y que la acepten verdaderamente por lo que ella es. Nada hay en la vida humana que tenga efectos tan fatales y duraderos como la experiencia de no ser aceptado plenamente. Cuando no se me acepta, algo queda roto dentro de mí. Una vida sin aceptación es una vida en la que deja de satisfacerse una de las necesidades más primordiales. Ser aceptado quiere decir que las personas con quienes vivo me hacen sentir que realmente valgo y soy digno de respeto. Ser aceptado significa que me permitan ser como soy. No tengo, pues, que pasar por alguien que no soy. Y que no me tienen fichado por lo que he hecho en el pasado; que me dejan campo libre para desplegar mi personalidad, para enmendar mis errores pasados y progresar. Sólo cuando soy amado, en ese sentido profundo de la plena aceptación, puedo llegar a ser realmente yo mismo. Queda claro que necesito de la aceptación de los demás para alcanzar la plenitud de mi personalidad. Un hombre aceptado es un hombre feliz. Podemos decir que aceptar a una persona es, no darle motivo nunca para que se sienta poca cosa. No esperar nada de alguien es como matarlo o hacerlo estéril...

jueves, 18 de junio de 2009

...PROFESOR ENTRE CORCHOS...SENSIBLIDAD Y COMUNICACIÓN...


Sí…en la vida hay muchos profesores, todos tenemos el recuerdo de aquellos que pasaron muchos días instruyéndonos para que seamos hoy personas con conocimiento, es una labor muy especial que deja un sabor maravilloso por cumplir esa labor tan gratificante, pero aun ellos necesitan aprender de los que tienen más experiencia y en este mensaje vemos qué tremenda enseñanza le dan a una Maestra, tomemos este recuerdo y veremos óptimos resultados.

Hace años, un Supervisor Educacional visitó una escuela primaria. En su recorrida observó algo que le llamó poderosamente la atención, una maestra estaba atrincherada atrás de su escritorio, los alumnos hacían gran desorden; el cuadro era caótico. Decidió presentarse: - Permiso, soy el Supervisor del colegio ¿algún problema? - Estoy abrumada señor, no sé que hacer con estos chicos... No tengo láminas, el Ministerio NO ME MANDA MATERIAL DIDÁCTICO, no tengo nada nuevo que mostrarles ni que decirles... El Supervisor, que era un docente de alma, vio un corcho en el desordenado escritorio. Lo tomó y con aplomo se dirigió a los chicos: - ¿Qué es esto? - Un corcho señor... -gritaron los alumnos sorprendidos. - Bien, ¿De dónde sale el corcho? - De la botella señor. Lo coloca una máquina.., del alcornoque, de un árbol .... de la madera..., - respondían animosos los niños. - ¿Y qué se puede hacer con madera?, -continuaba entusiasta el docente. - Sillas..., una mesa..., un barco... - Bien, tenemos un barco. ¿Quién lo dibuja? ¿Quién hace un mapa en el pizarrón y coloca el puerto más cercano para nuestro barquito? Escriban a qué Región Chilena pertenece. ¿Y cuál es el otro puerto más cercano? ¿A que país corresponde? ¿Qué poeta conocen que allí nació? ¿Qué produce esta región? ¿Alguien recuerda una canción de este lugar? - Y comenzó una tarea de geografía, de historia, de música, economía, literatura, religión, etc. La maestra quedó impresionada. Al terminar la clase le dijo conmovida: - Señor, nunca olvidaré lo que me enseñó hoy. Muchas Gracias. Pasó el tiempo. El Supervisión volvió a la escuela y buscó a la maestra. Estaba acurrucada atrás de su escritorio, los alumnos otra vez en total desorden... - Señorita... ¿Qué pasó? ¿No se acuerda de mí? - Si señor, ¡cómo olvidarme! ¡Qué suerte que regresó!No encuentro el corcho. ¿Dónde lo dejó?
Yo mismo puedo dar a conocer un testimonio que marcó mi vida laboral cotidiana como Docente de Aula.
Durante un año tuve una estudiante que se comportaba de forma inadecuada.
Esta historia empieza el primer día de trabajo.
Cuando ingresé a dar mi primera clase en el Segundo Medio A, me topé con un grupo de estudiantes con un espíritu rebelde y de indiferencia.
No fue difícil identificar a la líder, que a propósito era una señorita muy inteligente.
Cada vez que entraba a la aula de clases esta señorita de nombre Sandra, empezaba a inquietar al resto de alumnos, se paseaba por la sala sin pedir permiso, en pocas palabras hacía lo que le daba la gana.
Mi posición frente a ella era la de ponerle en su sitio y disciplinarla. Pero esto no calmaba para nada a esta señorita.
Un día ya cansado de reprenderle me hice una pregunta ¿Cómo puedo cambiar la actitud negativa de Sandra?
Gracias a Dios se me ocurrió una idea genial, pedí a todos los alumnos que fueran a la biblioteca, que yo les llamaría uno por uno para conversar con ellos.
Mientras iba conversando con cada uno de mis estudiantes me di cuenta que Sandra influenciaba a todos muy sutilmente.
Llegó el momento de conversar cara a cara sin ningún testigo con esta estudiante.
Se sentó frente a mí, me miró a los ojos como desafiándome y esperando que le rete, pero se topó con la sorpresa que su profesor le pedía disculpas por tratarle en forma enérgica y a veces tosca.
Luego le dije que ella era una mujer muy inteligente y que ella sería un gran líder, que Dios la había escogido para influir en muchas personas, pero que necesitaba ir tallando su carácter y que debía cambiar de actitud si quería llegar a ser muy importante.
Cuando de pronto su rostro altivo se transformó y empezó a llorar y dijo discúlpeme por comportarme tan mal con usted, he tenido problemas en todos los colegios en que he estado por mi forma de ser.
Mientras ella lloraba mi corazón se quebrantó y empecé a llorar con ella.
Fueron unas lágrimas hermosas porque desde ese día en el aula todo empezó a cambiar porque ella y yo nos comunicamos y nos perdonamos.
Cuando bajamos de nuestro pedestal y nos volvemos humildes, además de recordar que cada persona tiene emociones y sentimientos que sufren, lloran, ríen, que son sensibles, pueden ocurrir milagros.
Es hora de comunicarnos deponiendo actitudes y dando lugar al perdón.

miércoles, 17 de junio de 2009

¿...DESEA USTED ALGO...?


«¿Desea usted algo?» La pregunta era natural y un tanto trivial. Es la pregunta que la Asesora del Hogar le hace a la dueña de casa cuando ésta toca el timbre. Es la pregunta que nos hace todo dependiente de comercio cuando nos acercamos al mostrador. Es la pregunta que el soldado le hace al coronel cuando éste lo llama.
Pero en este caso la pregunta no era trivial. Se la hicieron a Jean Pierre Velásquez, de cuarenta y dos años de edad. Y quienes la hacían eran los guardias de una prisión norteamericana, mientras llevaban a Velásquez a la cámara de inyección letal. El hombre, cínico como siempre, respondió: «Sí, tráiganme una rubia y un helicóptero.»
Este hombre, ejecutado por tres homicidios, jugó cínicamente en la vida. Desprovisto de reverencia alguna, haciendo alarde de ateísmo, sin respeto a nada ni a nadie fuera de su propio egoísmo, vivió en el delito desde los veinte años de edad. A los cuarenta mató a una pareja y al hijito de ambos, a fin de robarles. Después trató de eliminar a un testigo ocular, y el intento se vio frustrado. Así terminó sus días, en la mayor frialdad.
Hay personas que, al igual que este hombre, no saben lo que es pudor, ni dignidad, ni honorabilidad ni vergüenza. Quizá no lleguen al extremo de matar al prójimo, pero hacen, como quiera, gala de despreocupación moral, de cinismo indiferente, de callosidad de conciencia, de insensibilidad espiritual. Si se les pregunta: «¿Desea usted algo?», son capaces de dar la misma respuesta de Velásquez, y con el mismo cinismo descarado: «Sí, una rubia y un helicóptero.»
Para personas así, la vida no es más que placeres sensuales, ganancias materiales, ateísmo artificial, y subir por la escala de la sociedad a costa del prójimo, sacrificando cualquier principio moral o cualquier sentimiento emocional.

martes, 16 de junio de 2009

...INOCENCIA PERDIDA...


Fue una conversación muy emotiva entre madre e hijo, una conversación realizada por teléfono en una de las grandes ciudades del mundo. El hijo, de treinta y siete años de edad, lloraba. Lloraba como cuando era niño.
—¿Qué hago, mamá, qué hago? —decía entre sollozos.
Y la madre, sollozando también, y con el alma partida en dos, sin hallar una palabra de consuelo le dijo:
—Antes que sigas matando gente, hijo, pídele perdón a Dios por lo que has hecho, y pégate un tiro.
A los diez segundos, la madre oyó en su auricular el disparo. Se trataba de Pedro Espinoza, hijo de Sara Campos. Pedro había matado a cuatro personas, y estaba encerrado en su apartamento, rodeado de policías. Había perdido toda esperanza.
He aquí otro drama de pasiones descontroladas. Pedro Espinoza, loco de celos, había matado a su esposa y a tres personas más. Luego se había encerrado en su apartamento, y desde allí había llamado desesperadamente a su madre. La anciana, con el corazón desgarrado, no le dio más consejo que: «Pégate un tiro.»
Cuando se ha esfumado toda esperanza, nuestras decisiones nunca son racionales. Cuando hemos perdido la fe, hemos perdido también el rumbo. Sin fe y sin esperanza no sabemos qué hacer. Cuando no tenemos luz ni guía el mundo nos parece un gigantesco laberinto. Todo lo que hacemos y pensamos nos confunde y nos trastorna. Somos como un barco en alta mar sin brújula y sin timón. Esa es la vida del que no tiene esperanza. Esa es la vida del que no tiene fe.
Sin embargo, nadie en este mundo tiene que vivir sin fe. Al contrario, la fe es parte natural del ser humano. Nacimos con fe. Nacimos con la capacidad de confiar. Si así no fuera, ningún bebé sobreviviría. La fe es parte de nuestra herencia divina.
¿Qué es entonces lo que nos ocurre? Que con los años y las traiciones, con las mentiras y los artificios, nos volvemos ariscos. Perdemos la candidez, perdemos la inocencia. Se nos va la fe. Le tenemos miedo a todo, y nuestra vida entera es un constante huir.

domingo, 14 de junio de 2009

...ANTE LA LEY...FRANZ KAFKA...


Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta al guardián y le pide que le deje entrar. Pero el guardián contesta que de momento no puede dejarlo pasar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde se lo permitirá.

- Es posible - contesta el guardián -, pero ahora no.

La puerta de la ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el campesino se inclina para atisbar el interior. El guardián lo ve, se ríe y le dice:

- Si tantas ganas tienes - intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón hay otros tantos guardianes, cada uno más poderoso que el anterior. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo soportar su vista.

El campesino no había imaginado tales dificultades; pero el imponente aspecto del guardián, con su pelliza, su nariz grande y aguileña, su larga bárba de tártaro, rala y negra, le convencen de que es mejor que espere. El guardián le da un banquito y le permite sentarse a un lado de la puerta. Allí espera días y años. Intenta entrar un sinfín de veces y suplica sin cesar al guardián. Con frecuencia, el guardián mantiene con él breves conversaciones, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y al final siempre le dice que no todavía no puede dejarlo entrar. El campesino, que ha llevado consigo muchas cosas para el viaje, lo ofrece todo, aun lo más valioso, para sobornar al guardián. Éste acepta los obsequios, pero le dice:

- Lo acepto para que no pienses que has omitido algún esfuerzo.

Durante largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años abiertamente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo entre murmullos. Se vuelve como un niño, y como en su larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, ruega a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz o si sólo le engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que brota inextinguible de la puerta de la ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte endurece su cuerpo. El guardián tiene que agacharse mucho para hablar con él, porque la diferencia de estatura entre ambos ha aumentado con el tiempo.

- ¿Qué quieres ahora - pregunta el guardián -. Eres insaciable.

- Todos se esfuerzan por llegar a la ley - dice el hombre -; ¿cómo se explica, pues, que durante tantos años sólo yo intentara entrar?

El guardián comprende que el hombre va a morir y, para asegurarse de que oye sus palabras, le dice al oído con voz atronadora:

- Nadie podía intentarlo, porque esta puerta estaba reservada solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.

viernes, 12 de junio de 2009

...SONRÍE...SONRÍE...


Sonríe... lo haces muy bien. Sonríe. Que a través de ella se caen los muros de la timidez.

Sonríe... lo haces muy bien. Que al sonreír se levanta el cálido susurro del cántico de la amistad.

Sonríe... lo haces muy bien. Cuando te lo propones se desata en ti lo especial que eres.

Sonríe... lo haces muy bien. Al sonreír llegan los hermosos colores del saludo fraternal.

Sonríe... lo haces muy bien. Al mirarte en tu propia sonrisa ves los detalles del amor en su mágico esplendor.

Sonríe... lo haces muy bien. Porque te acaricias el alma cada vez que te muestras contento.

Sonríe... lo haces muy bien. Es el reflejo de tu ser que se evidencia cuando enseñas lo mejor de tí.

Sonríe... lo haces bien. El brillo de tus ojos acompaña a tu sonrisa para explotar como estrellas brillantes en la oscuridad nocturna.

Sonríe... lo haces muy bien. Ya que al mostrar tu sonrisa se suaviza el momento de coraje que pasaste ayer.

Sonríe... lo haces muy bien. Es que tu sonrisa se proyecta hacia el cielo y perfuma el ambiente con gratos olores que suenan a libertad.

Sonríe... lo haces muy bien. Sonido de ternura que arropa los sentidos, los cuales se saborean los barriles de miel que hasta ellos llega cuando tú los dejas oír.

Sonríe... lo haces muy bien. Al hacerlo logras conquistar al mundo. Porqué ¿quién puede resistirse a tu hermosa, graciosa y dulce sonrisa?

Sonríe... lo haces muy bien. Es tu carta de presentación. Sonríe... lo haces muy bien. Ella nos deja ver al niño travieso que llevas por dentro.

Sonríe... lo haces muy bien. Dios se ha placido en regalártela por lo tanto es tuya y debes reciprocar el gesto a aquellos que a tu alrededor están.

Sonríe... lo haces muy bien. Esta te conduce a ser amigo, amado, estimado, apreciado, valorizado, esperado, invitado, distinguido, recordado. Y a disfrutar de los agradables, gustosos, placenteros, ricos, abundantes y plácidos instantes que te regala la vida.

Sonríe... lo haces muy bien. Es el paso de agradecimiento a tu Creador por dejarte vivir hoy, por que el ayer ya pasó.

Sonríe... lo haces muy bien. Es el peldaño que te sube por los tramos del deseo de vivir, de gozar, de soñar, de volver a sonreír. Es tu derecho
ante la vida... tu obligación al mundo y ante ti mismo.

Y lo haces muy bien...
Y los que te rodean lo necesitan también.

jueves, 11 de junio de 2009

...AHORA...TE TOCA A TI...MUCHACHA...MUCHACHO...!!!!


«Ahora te toca el turno a ti, muchachito.» La frase, trivial y amistosa, la expresó así, desaprensivamente y entre risas. Y tanto José Hernández Rodríguez, policía de la ciudad de Santiago de Chile, como también sus compañeros policías, se rieron.
No se trataba de un turno para tomar un trago más. Ni era un turno para echar de nuevo los dados. No era turno tampoco para poner en marcha el auto policial y salir a hacer un recorrido nocturno. El turno para José, hombre casado de treinta y cuatro años de edad y con cinco hijos, era el de jugar a la ruleta rusa. Y él, creyendo todavía que era algo divertido, se puso el arma en la sien y disparó.
No hace falta terminar la crónica. José Hernández Rodríguez, policía de Chile, murió jugando a la ruleta rusa con el arma de la repartición, en medio de sus compañeros. Lo que lo movió a entrar al juego mortal con esa desastrosa consecuencia, para él y para su familia, fue la frase: «Ahora te toca el turno a ti, muchachito.»
Así procede el maligno cuando busca destruir una vida. Se acerca al oído de un jovencito de doce años y le dice: «Ahora te toca el turno a ti; ¡aprovéchalo!» Y el chico, sin saber que la consecuencia lo destruirá, da su primera aspirada de cocaína. Se acerca al oído de la jovencita incauta y le dice: «Ahora te toca el turno a ti, linda.» Y la chica accede a probar lo que es el amor, con la desastrosa consecuencia de un embarazo a los catorce años, que la deja manchada y confundida el resto de su vida.
Se acerca al oído del atildado y respetado caballero, gran hombre de negocios, y le dice insidiosamente: «Ahora te toca el turno a ti, hombre; ¿qué esperas?» Y el caballero entra en el negocio sucio pensando hacer millones, y lo que saca es un proceso por estafa, y la ruina física, económica y moral.
La tentación siempre hace el mismo juego y casi siempre sale bien. Pone una oportunidad de desliz ante una persona cualquiera y le dice: «Ahora te toca a ti.»

miércoles, 3 de junio de 2009

...BELLEZA INTERNA...


Hoy , tanto hombres como mujeres invierten mucho dinero en la apariencia física, por eso tanto se mencionan las dietas, las largas horas en un gimnasio, el uso de cosméticos, cirugías estéticas y no terminaríamos de enunciar todo lo que se invierte en verse "hermosos", pero se olvida que este cuerpo se podrirá algún día cuando muramos y que no quedará recuerdo de él, que lo que se hizo desaparecerá y que prácticamente se perderá todo ese esfuerzo, así que pensemos que lo que más hermosea es lo interno, acá damos unos cuantos consejos o sugerencias y es bueno aplicar.

LA BELLEZA INTERNA

Las virtudes
Las virtudes son la belleza de una persona; son lo que hacen a una persona especial y distinta; son el color, la forma y el perfil de su personalidad.
Determinan la forma en que una persona hace las cosas; la forma en que se mueve, habla y viste.
La persona con virtudes quizás no tenga dinero, pero siempre dará la impresión de riqueza, porque todo lo que le rodea será de calidad.
Las virtudes brillan hacia el exterior y hacia todo: hacia el cuerpo, el entorno y en el fondo, hasta el corazón del planeta; llenan lo que está vacío, sanan lo que está enfermo y calman lo que está intranquilo.
La Alegría .
Alegría es cuando uno, se está acercando a una meta y avanza los últimos pasos para llegar a ésta.
Es la experiencia única del día previo, a un acontecimiento especial, para el cual quedan pocas horas.
Es una cuestión de claridad y convicción.
Primero uno tiene que poder ver más allá del presente y tener una visión tal que pueda percibir un futuro bueno, no tan sólo para uno mismo, sino para todas las cosas.
Tiene que saber que en el fondo, todo el movimiento de la vida es hacia el bien, que todas las montañas tienen valles y las estaciones un verano.
Tiene que vivirlo con ligereza o de lo contrario, la alegría sólo es una fanfarronada ante la desesperación.
Alegría es no tener nunca más vergüenza, de mancharse las manos de pintura cuando está dando las últimas pinceladas.
La alegría hace que todos le amen, porque perciben su victoria delante y no es una victoria fría o solidaria, ya que su pie firme, ayuda, a que otros le sigan.
Coraje .
El coraje piensa en el destino y no en nada de lo que hay de por medio.
Es la fuerza que hay detrás de cada movimiento, de una voluntad decidida y por esto el fracaso está lejos de esta virtud.
Coraje es cuando tal vez no puede ver y por esto no se detiene.
El coraje crece junto a la vida.
También es la cualidad de un niño que no sabe de desafíos y de un adulto que no conoce el poder del reto.
Coraje es dar un paso hacia un área difÍcil, sin tener una solución en mente, pero sintiendo que la victoria está delante.
Sabiendo que Dios tiene su mano extendida, para tirar de la suya.
Coraje es decir lo que uno piensa, sin diluirlo, sin desear la aprobación de los demás, sabiendo que un ideal profundamente elaborado es lo suficiente fuerte como para resistir la oposición.
Y, si es derrumbado, el coraje no sabe de culpar, sino reconstruir aún más firme.
Hay algo que conmueve en una persona con coraje y es que aunque todo esté en contra de ella sabe que saldrá victoriosa, porque tiene la fortaleza de la calidad, contra la debilidad de la cantidad.
No hacen promesas, porque con su coraje, saben que junto a una meta, ha de haber una mente inteligente que pueda.
El coraje es audacia pero siempre con cuidado.
Desapego .
Muchos caminos espirituales abogan por un estado mental denominado desapego, en el cual la persona se aleja de las preocupaciones mundanas y se convierte en un observador de la vida.
Se considera, este estado, como un medio, para alcanzar una meta interna, en el cual uno se libera de distracciones y conflictos.
Una flor de loto tiene sus raíces en el lodo.
No puede crecer sin el barro y sin embargo sus pétalos son de un blanco impecable.
Así es el desapego: es estar cerca de lo que uno más desea desprenderse, liberarse y usarlo para crecer, sin apartarse de nada.
En nuestra propia personalidad, por lo general, hay aspectos de los que no somos conscientes o que no nos gustan y los distorsionamos convirtiéndolos en algo atractivo.
De ahí que cuando una persona trabaja duro, a menudo indica temor a la disconformidad.
Esto es lo contrario del desapego, es decir, es hacer algo, no por lo que vale la pena, sino para engrandecer la propia posición personal.
La flor de loto no transforma el lodo en ninguna cosa.
El lodo es lodo y sin embargo tiene los elementos nutritivos necesarios, para el crecimiento de la flor.
Lo mismo nos pasa a nosotros.
Estamos en una situación que no nos gusta, "en el lodo" y sin embargo es tal vez, la situación más segura que existe, si sólo pudiéramos reconocerlo, sin distorsionar la situación, permitiéndole que nos haga crecer.
Por otra parte, podemos querer liberarnos de alguna persona y estar solos, pero de alguna manera nos encontramos atrapados en esa relación.
La persona que tenemos al lado es probablemente el mejor profesor que podríamos encontrar, si sólo pudiéramos ver el elemento nutritivo de su presencia y reconocer que quizás estamos poniendo atención a un aspecto muy secundario de su personalidad, ignorando el resto del mismo.
El desapego es una gran virtud.
Trae consigo seguridad emocional, realismo y frescor ya hace que otras personas se sientan libres con uno; libres de ir y venir, sin ceremonias.
Pero en el momento que uno deja de amar la vida, el desapego se hace imposible, porque uno comienza a aferrarse a las cosas que te ayudan.
Humildad .
La humildad no descarta nada, sino que toma en serio hasta las cosas insignificantes.
Es reconocer todo lo que se presente en la vida y, que lo que se encuentre en frente a uno, se ha de respetar como algo que le hará avanzar; es reconocer que dentro de lo grande, a veces,
hay poco; pero dentro de lo pequeño a menudo, se encuentra una enormidad.
La humildad es excepcional porque para tenerla, no se ha de desear nada.

Todo esto se encuentra en el interior de cada persona, de nosotros depende si hacemos buen uso de estas cualidades y que con ellas marquemos a quienes amamos, porque esa huella perdurará más que cualquier regalo que demos, se puede deteriorar o perder, pero lo que se hace de corazón es lo que mejor se recibe y es gratificante para quien lo da...

martes, 2 de junio de 2009

...JOHN LENNON...EL GRAN SOÑADOR...DE UN MUNDO MEJOR...


John Lennon nació el 9 de octubre de 1940, en Liverpool, Inglaterra. Su padre era Fred Lennon, un marino que abandonó su familia al nacer John. Su madre era Julia Stanley, quien, al verse sóla, dejó a John junto a su hermana Mimi.

Gracias a su talento artístico consiguió acceder a la universidad, para cursar la carrera de arte. Allí conoció a Cinthia Powell, con la que se casó en 1962. Se divorciaron tres años después, no sin antes haber tenido un hijo llamado Julian.

De adolescente, John Lennon creó su propia banda de skiffle, llamada "The Quarrymen", con los que actuaba en el colegio. Poco después conoció a Paul McCartney, al que le propuso unirse al grupo. Este le presentó a su vez a George Harrison y John propuso cambiar el nombre del grupo por 'The Beatles'

Con los Beatles cosechó grandes éxitos, y consiguió millones de fans.
Los éxitos de los Beatles duraron hasta 1970, fecha en la que Paul McCartney decide alejarse del grupo. A partir de entonces John Lennon comienza su carrera en solitario comprometiéndose a exteriorizar sus propias ideas. Fruto de ese trabajo creativo fue el disco titulado 'Imagine', un sueño de un mundo mejor.

A partir de entonces comenzó a ofrecer conciertos benéficos, acompañado en muchas ocasiones por su nueva esposa Yoko Ono. Comenzó a platicar en favor de la paz y en contra de la guerra de Vietnam y realizó colaboraciones con varios artistas.

En 1975 nació el segundo hijo de John Lennon, llamado Sean, fruto de su unión con Yoko Ono. Se retiró temporalmente de la vida artística para dedicarse a cuidar a su hijo.

En 1980 publicó 'Double Fantasy', compuesto íntegramente por él mismo. Un nuevo disco con el que rompe records. Estaba en un gran momento profesional. Pero justamente entonces, el 8 de diciembre de 1980, cuando John y su mujer, Yoko, regresaban de una fiesta, Mark Chapman disparó cuatro tiros en el pecho de John, quien moriría mientras era llevado al hospital.

Muchas personas se lamentan de aquel día, no sólo porque perdieron a uno de los mejores cantantes de todos los tiempos, sino porque también perdieron a la persona que mejor transmitía sus sentimientos.