...EL GRAN DICTADOR...DISCURSO...CHARLES CHAPLIN...

jueves, 23 de abril de 2009

¿...SIN ESPERANZA...?


Es un zumbido que arrulla, que calma los nervios, que ayuda a dormir; a dormir cuando se puede, cuando las penas también se duermen. El lecho es de tierra; el techo, de cemento. Si es verano, hace calor; si es invierno, hace frío.
«Aquí la noche se hace eterna —dice Juan Cortés—, y el miedo a que alguien nos mate no desaparece nunca. Cuando un automóvil de la policía pasa sobre el puente —continúa—, el terror se hace más grande.»
Habiendo fracasado en la vida, Cortés no halla más refugio que el que hay debajo de los puentes, junto con otros treinta mil desamparados que habitan en la misma zona. Este hombre vive en Chile. Pero así mismo podría vivir en Buenos Aires, o en México, o en Caracas, o en Bogotá, o en Nueva York, o en Roma o en París. Porque este hombre es uno de los muchos desamparados.
Y son miles. Miles de hombres, de mujeres, de adolescentes y de niños que han perdido ya toda fe. No quieren ni siquiera seguir viviendo.
¿Qué esperanza hay para estos miles? Los gobiernos proveen algo de ayuda, pero es escasa. Las iglesias y las sociedades benéficas también ayudan, pero no es suficiente.
Humanamente no hay solución. El problema consiste en dos cosas: una, la falta de personal y de recursos para suplirles a tantos lo que necesitan; la otra, la tremenda enfermedad mental de esos desamparados que no les permite cambiar su condición. Algo ha muerto dentro de ellos y ya no pueden levantarse.
¿Significa esto que es esperanza muerta? Algunos han descartado la respuesta espiritual —es más, se burlan de ella—, pero la verdad es que la solución espiritual es la única que llega al corazón del problema.
Cuando una persona pierde toda esperanza, necesita ser levantada. Es más que comida lo que necesita. Lo que hay que hacer es corregir la condición del enfermo. Y se trata de dos enfermos: el que no quiere desprenderse de lo suyo para dar ayuda, y el que por ya haber perdido la esperanza, no puede, ni cuando hay ayuda, levantarse de su situación.

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